IMG-20171008-WA0012Pasados unos días después de realizar uno de mis mayores retos deportivos  (o quizás el mayor reto) que he realizado hasta ahora, me siento frente al ordenador y no se realmente por dónde empezar.  Son muchos los pensamientos ramificados que inundan mi cabeza, a los cuales solo se darle forma plasmándolos en mi habitación que tengo con vistas al Buitre, donde las ideas fluyen dándoles forma, no sé por qué será……..

Una vez que las piernas van viniendo a su sitio y a centrarse en el día a día, piensas fríamente que es lo que aportan éstas pruebas deportivas, o lo que realmente has hecho, y la verdad, que a la ligera te viene a la cabeza lo que todo el mundo dice, “vaya locura”, yo pienso como bien dicen otros “bendita locura”. Las sensaciones son indescriptibles, las emociones imparables, los efectos  inconfesables, pero  creo que el tiempo dirá y será juez indiscutible de ésta locura o no.

Cuando casi todo el mundo disfruta del verano como es lo normal, los que preparamos algún tipo de pruebas como los “90 K Camino de la Cruz”, tenemos que pasarlo de aquella manera, porque conciliar la vida laboral y personal con ésto, es muy complicado. Cada día suma, cada hora aporta, cada minuto cuenta, solo eres dueño de unos pocas horas a la semana, ya que también tienes que atender otras necesidades prioritarias. Pero es lo que he elegido, toca sufrir, toca conciliar y toca madrugar, algo ya cotidiano de lo que al final te haces un maestro y no sorprende para nada.

En estos días de entreno, tengo que reconocer que han sido más entretenidos que preparando otras pruebas ya pasadas. Y lo digo porque he tenido la suerte de contar con la compañía en la mayoría de los entrenos de mi buen amigo Ventura Guerrero, algo a lo que eso de compartir pruebas vienen muy bien, y si es con un buen amigo (es siempre muy recomendable entrenar con amigos) pues mucho mejor.

Han sido unas semanas muy duras, en las que ha habido tiempo para todo, de reir, de pasarlo genial, de entrenar otros ritmos y rutas, y también de pasarlo mal y soportar km tras km, la dureza del asfalto o caminos. Lo bueno, es que he ido alternando entre llano y montaña, gracias a la prueba de montaña LTTS  50 km en una zona preciosa como es el Trail de Santiago Pontones (la recomiendo para el año que viene), en la que participé con Ventura, 15 días antes del mencionado reto. La cual hizo que me pusiera fuerte tanto en montaña como en llano, atravesando uno de mis mejores momentos físicos. En ésta carrera me situé en la mejor clasificación que he tenido en una ultra de montaña, cosa que me satisface.

En la semana previa a los 90K Camino de la Cruz, ya solo tocaba memorizar ritmos, fortalecerme psicológicamente y sobre todo tener fuerza y motivación para el sábado 8 de octubre. La dieta esa semana fue inusual en mi casa, y mi mujer y yo teníamos pactados el menú diario hasta el día H, donde le estoy eternamente agradecido de ser partícipe de mi locura.

El viernes tarde, bajo a Murcia y recojo el dorsal, donde veo ya caras conocidas de la montaña, pero no tanto como me hubiera gustado, pocos montañeros y muchos asfalteros y ultrafondistas, para lo que me da un poco de respeto y profundizo más en mis pensamientos de que no se si podré. Pero yo tenía mi mente en las 8 de la mañana y no dejaba que invadieran otras tonterías, además tenía que volver pronto a Moratalla y me alejé enseguida de allí, no sin antes hacer una visita a mi amigo Germán en su puesto de trabajo en un comercio muy conocido, con el fin de que me diera ánimos y hablar de  tiempos y mis sensaciones.

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Una vez cenado, preparé la mochila, bolsa, equipación, etc., para no levantarme con demasiadas prisas. A las 4:45 am, sonó el despertador, era el día clave, un desayuno fuerte y había quedado con mi amigo Juan Soria a las 6:30 para bajarme con él (ya que era uno de las autoridades para dar la salida). Llegamos a Murcia a las 7:20 h, movimientos en las calles adyacentes del ayuntamiento y de la plaza Cardenal Belluga, saludos a caras conocidas y charlas cortas para ir quitando nervios, así que mejor un café para activarse bien en la única cafetería abierta en esa plaza y calles adyacentes (imaginaros para pedir un café).

Mi único pensamiento era el ritmo de carrera, no dejarme llevar por la euforia, y así una vez que comenzamos a correr lo hice muy lento en esos primeros kms por el embotellamiento de tanta gente y también por salir de los últimos. Pero no había prisa, sabía que este tipo de carreras no había que tener prisa (tenía la experiencia de los 80 km nocturnos), ya que  pone a cada uno en su sitio durante el recorrido.

En el km 3 aprox, nos vimos Jose Luis Nortes (ninja) y yo, nos saludamos y fuimos hablando un rato ya que somos de clubes amigos (Correbirras y Mountain Noroeste), además de vernos en pruebas guerreras como el Veleta. Así que hablando me fue explicando la zona por donde pasábamos, a la vez que iba saludando a los tendidos (es lo bueno de ser conocido en este mundillo), algo bueno de correr uno en su tierra. Pasamos la contraparada, llegamos a la Ribera donde estaba el segundo avituallamiento y zona de sellado y comenzamos a recargar agua. La temperatura era ideal, me asombró, pero estaba nublado y se corría bien. Llegamos a Molina, enseguida Alguazas y encaramos la vía verde hacia los rodeos, Ninja no paraba de hablar, yo pensaba que los hombres no hablábamos tanto, pero si, Jose Luis habla por los codos, no viene mal, así llevas la mente distraída, pero en las pruebas ya es muy raro ir escuchando conversaciones.

Casi llegando a los rodeos ya percibí supongo que igual que Ninja que íbamos hacer la carrera juntos, a mí me venía bien y creo que a él también, viejos guerreros y alta escuela de fondo, un buen coctel para abordar una borrachera de kilómetros. Se nos unió antes de llegar a Campos del río Miguel de Kampamento Base, la primera vez que lo veía, pero Ninja me dijo que fue triatleta y había hecho varias ultras de 100 km, le gustó el ritmo que llevábamos y quiso formar parte. En Campos (km 35 aprox) había pasta, Ninja quiso parar pero le dije que algo rápido y a seguir, Miguel si dijo que paraba y comía, así que salimos andando y comiendo, yo opté por una barrita de proteínas. Miguel se quedó y nosotros continuamos a Albudeite, donde nos cogió de nuevo recriminándonos que lo habíamos dejado (no es cierto, nunca nos dijo que iba hacerla con nosotros y tampoco que lo esperáramos). Continuamos y en ese tramo el sol se abrió paso entre los nublados cantándonos saetas y diciendo que el que mandaba era él. Así fue, desde ese punto antes de la Puebla de Mula ya lo llevemos de compañero, y con qué mala uva nos fue tratando, hasta pasado Bullas, en la que la temperatura amainó su furia.

Foto Laura Correbirras

En Mula estaba el km 51 de carrera y avituallamiento general, donde se presagiaba parar demasiado tiempo para mi parecer y en el que ya me habían avisado mis compañeros. No lo vi mal, así que descansar un poco (algo más de veinte minutos) y arrancar de nuevo a Ninja y Miguel. Quedaba menos de la mitad, pero lo peor el tramo de mayor desnivel positivo, ya con 50 km en las piernas y 6 horas de trote, la subida del Niño de Mula costó un poco. Miguel no hacía más que decir que se paraba y andaba, algo negativo para un grupo,  ya que puede influir en la marcha colectiva. Ninja también se le escapaba algún que otro comentario por el estilo, así que tenía que ejercer de patriarca y hacer caso omiso y seguir el trote que llevábamos, al que sin decir nada seguían los dos al unísono.

Sí que es cierto que en algunos tramos entre el Niño y Bullas paramos el trote para relajar piernas escasos dos minutos y continuar el camino, caminata de paso ligero, al que tenían que seguirme trotando, optando por trotar todos. Al fondo, se olía Bullas, y después de unas interminables rectas, conseguimos llegar al punto psicológico de la prueba. Localizado el avituallamiento de los 71 km y parada ligera para tomar algo, de  nuevo los vi demasiado relajados y no convenía, llamada al orden y seguimos la marcha paralelos a la autovía, en la que los vehículos nos saludaban a su paso, sabían de nuestro esfuerzo y querían agasajarnos con sus pitorradas. Pero ya éramos imparables, no había quién nos detuviera, si no era alguna lesión o algo parecido, hasta Cehegín cuesta abajo llaneando, algo que se agradeció a las piernas machacadas y desgastadas.

A unos kms tuve la suerte de comenzar a ver caras conocidas que nos daban aliento y apoyo, como la aparición de Manolo (hijo del Salu), que quería tener noticias mías y se acercó desde Moratalla a Bullas en bici solo para dar ánimos, algo que le estoy muy agradecido, y la verdad me conmovió un poco. En el avituallamiento antes de Cehegín los amigos del club Gavilán (Dani y Antonio), que casualidad verles allí, saludos y un poco de ánimos y seguir. Cada vez con más alegría y fuerza para afrontar el tramo final, como al llegar a la zona del poblado de Begastri, gente del club como Jose (Torda) y su novia Laura, también animando. En ésta ocasión sí que me emocioné al verles, algo inesperado y que luego le encontré explicación.

Foto Jose Torda

Pero ahí no acaban las emociones, en la estación de Cehegín, me esperaban impacientes las personas que hacen tenga sentido mi vida y lo que hago, mi Mujer y mi hija se me fundieron en un abrazo interminable, las cuales me han seguido en muchas carreras, pero ésta era especial y así fue el momento, especial. Con las fuerzas recargadas y los ánimos a tope, afrontamos la recta final y últimos kms, habrá mejor chute de adrenalina que un abrazo de los tuyos, creo que no.

La tarde se oscurecía a cada paso, y pasado el túnel de Cehegín lo notamos más, pero sabíamos que no tendríamos que encender los frontales, estábamos llegando. El km 90 me pitó justo en el puente del río, aunque sabíamos que los pasábamos con creces, en principio eran 92, pero sabía que saldrían más. En la recta de los árboles otra sorpresa más, Isa (fotógrafa profesional y además del club), que estaba en una boda trabajando, se escapó unos minutos para inmortalizar el momento a nuestro paso, en lo que me hizo continuar con mis emociones lagrimosas.

Llegamos a Caravaca, por fin, el sueño cumplido, solo faltaba subir al Castillo, para lo que dimos una rodea algo inusual y poco merecedora del reto llevado, pero era lo de menos, incluso la rampa del castillo era lo de menos, la deseada meta para entrar y parar de una vez de trotar era lo que deseaba. Pactamos entrar juntos y así fue como lo hicimos, paramos el crono, paramos las piernas, paramos los dolores y llantos, paramos el reto para fundirme en un abrazo con mi mujer e hija. Otro abrazo y emoción con Ventura que estuvo esperando toda la tarde a que llegáramos, para felicitarme y decirme “que grande eres Juli” (como si él no lo fuera), que alegría verte  en meta con grandes amigos. Más caras conocidas, Laura, más Correbirras, Jose y Laura que también fueron a verme en la meta, Adrián, Virginia del club Portazgo para ponerme la medalla finisher, etc, etc.

Por fin parar, nunca había deseado tanto parar de  correr, 12:03:24 fue mi tiempo, un crono que nunca olvidaré, como lo vivido durante la carrera y la preparación que llevé para hacerla, algo que siempre se queda dentro de ti y permanece en ti. Nunca se cuenta, no vale, solo cuenta la meta, la foto de llegada. Pero lo que vives, lo que sientes, lo que valoras, lo que aprendes, lo que sufres, lo que lloras, lo que ríes, lo que aprecias, lo que juzgas, eso, siempre se queda dentro.

Durante 94 km hay muchos kms por recorrer, durante 12 horas hay mucho para pensar, pero durante una vida hay poco tiempo para hacer.

Ahora toca agradecer, algo que no me gusta pero me siento en la obligación de hacerlo. En primer lugar a mi Espe y mi Julia, son las mayores sufridoras de mis tonterías, su apoyo necesario e indiscutible hacen que cada día crezca como persona. A Ventura Guerrero por aguantar mis entrenos, que no los suyos cada vez que nos juntábamos, además del apoyo anímico y presencial que siempre ha prestado. A Bobi por los entrenos de la semana, a Juan Soria también por su apoyo logístico, a mi gente, a la gente del club, que sin quererlo me encontré más de 200 mensajes de wasap que fueron enviando durante todo el día dando apoyo y animando, sabiendo en todo momento por donde iba. A los que se desplazaron para verme, Jose, Laura, Adrián, Isa, Pascual, Manolo, Dani, etc. y como no, también a Adrián López Garrido, por hacer posible este reto y llevarme a cumplir uno de mis sueños en cada entreno que he realizado. Gracias.